A veces desearía tener alas y poder volar ... volar hacia ningún sitio, sentir el viento sobre mi cuerpo y notar cómo se van desprendiendo de mí las cargas acumuladas durante estos años. Desearía, por un momento, poder olvidar y que mi mente también volase, sentir la sensación de no pensar en nada, tan sólo en disfrutar de la brisa y del paisaje.
Pero tal vez el pretender escapar sea de cobardes. ¿Y qué más da si por un instante desearía ser una cobarde? ¿Qué más da si en ese momento no quiero enfrentarme a mi realidad? ¿Qué importa si no deseo coger el toro por los cuernos? ¿Qué más da?
Pero tampoco eso me está permitido. Hay algo que me mantiene constantemente con los pies en la tierra, que no me deja evadirme, que me tiene en alerta continua y me hace estar a la defensiva.
A veces quisiera que las cosas fuesen de otra manera, aunque sé que todo sucede porque así debe ser. Pero duele el no tener una respuesta aquí y ahora. A veces las respuestas tardan en llegar, y la espera se hace eterna, y las preguntas se amontonan de tal manera que se solapan las unas con las otras, y una ya no sabe cuál ha sido la primera en formular.
A veces desearía no tener que encontrarme con la cruda realidad. Desearía no tener que aceptar que vivo mi maternidad en soledad, pese a estar rodeada de gente que me quiere. Y, pese a ser (esa maternidad) lo más maravilloso que me ha sucedido en la vida, sin embargo no puedo compartirlo con los que yo quisiera del modo que a mí me gustaria.
A veces desearía no sentirme un bicho raro, porque estoy convencida de que hago lo correcto, porque sé que lo que siento en esta etapa de mi vida es honesto y sale de lo más profundo de mí, porque es de lo que más consciente he estado en toda mi vida. Y, sin embargo, me siento incomprendida. Tal vez no sepa explicarme, tal vez sea incapaz de hacerme entender. Pero no creo que mi felicidad esté tan escondida y, si no lo está, eso bastaría para entenderme.
A veces siento que tengo que tirar del carro por mí y por los demás. ¿Porqué tengo que hacerlo todo yo? Pero ... ¿Porqué me empeño en ser yo la que tome las riendas de todo?
Tal vez esté gastando demasiada energía en hacerme entender, en pretender que los demás compartan mi visión. Y tal vez lo único que deba hacer es aceptar que lo que siento es tan fuerte y poderoso, que hay tanto amor en mi solitaria maternidad, que eso debiera bastarme. Tal vez debería centrarme sólo en esta parte tan maravillosa ... Pero no puedo.
No puedo dejar de pensar que la felicidad llega a sentirse con más fuerza cuando puedes compartirla con los demás. Y, sí, intento compartirla. Pero entonces ... de repente todo se rompe por una palabra que hiere, una palabra llena de dardos envenenados que por mucho que intente comprender no encuentro justificación. No encuentro el origen de tantos reproches y de tanta pasividad hacia lo que siento.
A veces desearía tener un momento de paz interior. La busco. Parece que he dado con ella. Pero de nuevo todo a mi alrededor intenta absorverme. ¿O soy yo tal vez la que busco mis propios fantasmas? No lo sé.
Sólo sé que hoy, por un instante, desearía poder volar en soledad.
(Nota: el sábado, alguien a quien aprecio, alguien que, como yo, es feliz pero algo le impide disfrutarlo de la manera que a ella le gustaría ... me ha hecho pensar y reflexionar sobre mí. A ella va dedicado mi relato.
Si llegas a leerlo, sabrás que me refiero a ti)
“(…) no devenimos madres necesariamente cuando parimos al niño, sino en el transcurso de algún instante de desesperación, locura y soledad en medio de la noche con nuestro hijo en brazos. Cuando la lógica y la razón no nos sirven, cuando nos sentimos transportadas a un tiempo sin tiempo, cuando el cansancio es infinito y sólo nos resta entregarnos a ese niño que expresa nuestro yo profundo y no logramos acallar, entonces nuestra madre interior ha nacido.”
A veces puede que al escribir un relato así y aunque no lo digan, encuentres que hay más de una persona que puede ser su protagonista.
ResponderEliminarPara esa persona anónima, para ti, un abrazo.