“(…) no devenimos madres necesariamente cuando parimos al niño, sino en el transcurso de algún instante de desesperación, locura y soledad en medio de la noche con nuestro hijo en brazos. Cuando la lógica y la razón no nos sirven, cuando nos sentimos transportadas a un tiempo sin tiempo, cuando el cansancio es infinito y sólo nos resta entregarnos a ese niño que expresa nuestro yo profundo y no logramos acallar, entonces nuestra madre interior ha nacido.”

Laura Gutman

lunes, 21 de junio de 2010

El silencio de la noche



"El silencio de la noche
me dice una vez más
que en algún lugar te tengo que encontrar
y en silencio cada noche
comienzo a caminar
todavía queda mucho por andar ... hasta el final
"

Julia cantaba en silencio el estribillo de una de las canciones del ya desaparecido grupo Sangre Azul, una banda de rock con la que había iniciado su adolescencia.
Dormía junto a su niña de 2 años que, una noche más, se había despertado tantas veces que al final había optado por acostarse con ella para que se sintiera más protegida, pudiera mamar para relajarse y poder así descansar ambas.

Su marido dormía en la habitación contigua, ajeno al movimiento nocturno de la casa. Ajeno, como siempre, a todo lo que sucedía en el hogar. Así que Julia casi disfrutaba más de la compañía de su pequeña en una cama de 90 cm, que en su confortable cama de 1,50 cm, pues sentía que allí ya no era su sitio, como si la persona que ahora la ocupaba fuese un extraño para ella.

Julia se repetía la letra de aquella canción una y otra vez, intentando buscar la manera de encontrar la felicidad. Su hija la hacía inmensamente feliz, eso no lo dudaba. Pero faltaba algo o, más bien, sobraba algo, algo que parecía que la estaba estrangulando día a día, que le impedía desplegar sus alas y volar libre. Algo que sabía dónde se encontraba, pero no sabía de qué forma podía deshacerse de esa losa.

Julia vivía sumida en el más oscuro de los silencios. Sólo con su pequeña volvía a recobrar la energía y vitalidad que a veces creía perdidas. Era su pequeña la que le daba la fuerza necesaria para seguir adelante, para seguir aguantando.

Había intentado en muchas ocasiones (miles, por no decir infinitas) hablar del tema. Pero el poco interés de la otra parte, la desgana por escucharla, el ponerse a la defensiva e ir de víctima mientras ella trataba de explicarse, hacían que Julia optara ahora por guardar silencio. Explicarse ya no servía de nada, era como intentar traspasar un muro infranqueable.

Esa persona a la que tanto había querido, por la que tantas cosas había sacrificado, una vez le había dicho que su relación era como una planta, que había que regar a menudo para que no se marchitase. De eso hacía ya muchos años. Pero esta noche Julia recordaba muy bien esas palabras, pues pensó que en realidad, aquella planta había crecido en el más extenso de los desiertos. Su relación se había forjado con fuego intenso en sus inicios, que muy pronto se convirtió en largos silencios, en monotonía, en rutina, en desgana, en no tener nada en comun, en dos corazones fríos que caminan juntos pero en sentidos opuestos y que, irremediablemente, se alejan cada vez más.

Julia pensaba a quién podía pedir ayuda, pero no podía. Quien podía ayudarla no aguantaría tanto dolor, pues no estaban pasando por momentos demasiado buenos. Y Julia no quería que volvieran a sufrir por su culpa. Ya lo había hecho una vez, cuando se fue a vivir con su ahora marido muy lejos, lejos de donde lo había hecho siempre, y en unas condiciones llamémosle inapropiadas. Julia no podía permitir que de nuevo sus padres revivieran fantasmas del pasado. Y tampoco quería escuchar un "eso ya me lo esperaba", "ya te lo advertí" o algo similar, pues nadie sabía lo que en realidad estaba sucediendo, sólo Julia llevaba esa pesada carga.

Su pequeña se movió de repente, buscando una vez más su pecho en la noche. Julia se lo ofreció contenta, alejando temporalmente los malos pensamientos que agriaban su carácter a diario, para dar paso al sentimiento tan gratificante de ser madre. Acarició suavemente la cabeza de su pequeña mientras ésta volvía a quedarse dormida y, de nuevo, volvió a cantar en silencio aquel estribillo y a repasar, verso a verso, cada estrofa que tan bien reflejaba sus sentimientos, soñando con un mañana mejor.


jueves, 17 de junio de 2010

Saltos, dedos, tijeras y un vaso de leche

Hoy he recopilado para ti, mi pequeño tesoro, algunos de los logros que has conseguido estos últimos días.
No hay ahora mismo nada más apasionante en mi vida que contemplar, día a día, cómo vas creciendo, como te esfuerzas y te empeñas por conseguir aquello que te propones y, cuando finalmente lo logras, ver en tu cara de ángel la satisfacción personificada.

Es increíble lo que te apasiona saltar. Te basta encontrar una simple piedra lo bastante grande para que quepan tus piececillos de la talla 22-23, para que corras hacia ella, te subas y te pases un buen rato saltando. Hasta ahora, lo hacías apoyando primero un pie en el suelo y a continuación el otro. Pero hace dos días que has conseguido hacerlo con los dos pies juntos, lo que nos ha hecho reír un buen rato. Ya tenemos un nuevo juego, "saltar con ambos pies".

Otro de tus logros en estos días, ha sido el de conseguir hacer sonar los dedos, ese sonido que se produce cuando arrastramos el dedo pulgar sobre el dedo corazón, ese "tic" que algunos utilizan para llevar el ritmo o acompañar una melodía. Te ha hecho tanta gracia cuando por fin oíste el sonido proviniendo de tus dedos, que hasta a mamá se le saltaban las lágrimas de la risa.

Y es que muchos me dicen que eres muy habilidosa con las manos para tu edad. Cómo sino, habrías sido capaz de, un buen día, coger unas tijeras mientras nadie observaba, y empezar a dar cortes a un papel, y sin que nadie te enseñase. Unicamente nos has visto a mí y a papá cortar con tijeras, pero nunca te hemos indicado cómo hacerlo, pues por ahora, consideramos que esta actividad puede ser un poco peligrosa para tu edad. Y, sin embargo, tu don de fijarte en cada detalle que se presenta a tu vista, de observar cada movimiento a tu alrededor, ha hecho que, sin más, pusieses el dedo pulgar en el agujero superior de las tijeras y los dedos índice y corazón el inferior y te pusieses a cortar.

Y ya por último, nos vamos a tomar un vasito de leche a tu salud, ahora que por fin parece que ya te has decidido a querer beber en vaso. Increíble, ¿verdad?.
Para quienes nos estén leyendo, decirles que, aunque siempre has rechazado beber algo por un biberón, el vaso tampoco ha sido uno de tus preferidos. Claro, la teta es mucho más cómodo. Pero ahora que ya no haces tantas tomas de pecho y, cuando lo haces, es muchas veces símplemente para relajarte un rato, sin dar tiempo a que salga nada, se hacía necesario tomar algún vasito de leche adicional. Y parece que, desde hace 4 días, lo vas aceptando de buen grado. Incluso el agua, que hasta ahora bebías únicamente por botella, vas aceptando beberla en vaso.

Mi linda "cucuruchita", irremediablemente te vas haciendo mayor. Y estas pequeñas cosas, a primera vista insignificantes, hacen que me dé cuenta de día a día te vas escapando un poquito más de mí, que poco a poco consigues tus logros que te llevan a ser más independiente. Pero disfruto de ello, y no sabes cuánto.


miércoles, 9 de junio de 2010

COSTA DO BARBANZA (Junio 2010) [Editado para comentar fotos]



Mar adentro, mar adentro, y en la ingravidez del fondo donde se cumplen los sueños, se juntan dos voluntades para cumplir un deseo.
Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno, y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo; es como penetrar al centro del universo:
El abrazo más pueril, y el más puro de los besos, hasta vernos reducidos en un único deseo:
Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo, sin palabras: más adentro, más adentro, hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos.
Pero me despierto siempre y siempre quiero estar muerto para seguir con mi boca enredada en tus cabellos.
(Mar Adentro, de Ramón Sampedro)

Estas palabras de Ramón Sampedro me dan pie para contaros una nueva experiencia viajando con Aroa.
Tendría tantas cosas que contar, pues nuestros viajes ya no son como los de antes. Ahora que está ella, disfrutamos de forma diferente, disfrutamos de las cosas pequeñas, de aquellas que, si no estuviese ella, nos pasarían inadvertidas y que, sin lugar a dudas, tienen mucho más significado y valor que el resto.
Pasamos unos días en Noia, un pueblo pequeño pero acogedor, con gente sencilla, tranquila. Ese gallego con gheada y seseo que envuelve tu alma y te abraza cálidamente hasta sentirte uno más. Me llamó la atención el trato de los papás y mamás con sus hijos (a diferencia de lo que suelo ver en la zona donde yo vivo). Los mayores disfrutan del juego de sus pequeños en los parques, intervienen en sus aventuras. No importa quién esté mirando, si hay que tirarse por el tobogán para que el niño se sienta más seguro, si hay que ensuciarse las manos con la arena del suelo, si hay que correr por todo el parque jugando al pilla pilla ... pues se hace y punto. Me ha sorprendido no ver a esos grupitos de mamás que se ponen de cotilleo en una esquina mientras sus hijos juegan sólos. Tal vez sea porque es un pueblo marinero, trabajador, donde todo el tiempo que se pueda pasar con los hijos es poco, pues nunca se sabe cuándo tendrán que volver a embarcar, cuántas horas habrá que trabajar sin ver a su descendencia.

Visitamos además el resto de la Costa Do Barbanza: precioso. Nunca me cansaré de ver el mar. Nací mirando hacia él y, sin embargo, cada día me sorprendo admirando su grandeza. En esta ocasión, hemos disfrutando de cómo este mar, refugio eterno de muchos hombres que allí han dejado su vida, parece adentrarse en la tierra y no al revés. De cómo parece querer besar la orilla con su movimiento continuo. Cómo va dibujando perfiles, a veces imposibles de imaginar.

Y ahora, os invitamos a que recorráis con nosotras algunos de los lugares que hemos visitado:



Porto do son. Bonito pueblo marinero, pequeño pero acogedor, tranquilo. Con un parque para los niños muy cuidado y con una gran cantidad de espacio verde para que los peques puedan correr a sus anchas, y todo cerca del puerto (a mano izquierda) y de una pequeña playa de aguas tranquilas a la derecha (en la foto).
Aquí nos detuvimos a jugar. Aroa disfrutó un montón, no sólo del parque, sino también de la finísima arena de la playa. Es muy divertido ver cómo se esconden los pies bajo la arena templada por el sol y, de repente, con un sutil movimiento de los dedos, éstos emergen de repente, con la arena deslizándose suavemente.


Dunas de Corrubedo. A pesar de que en la foto no se aprecia, es increíble la inmensidad de la duna, que recorre toda la playa de lado a lado. Es una lástima no poder apreciarla desde el otro lado, pero hace un par de años que está prohibido el paso, pues el turismo masivo y la poca delicadeza con la que algunos trataban a la duna, estaba provocando que poco a poco fuese desapareciendo. De hecho, ya ha perdido bastantes metros de altura en los últimos años.
Llegamos en un momento en que la diversa y extensa flora de la zona estaba en pleno apogeo, así que Aroa pudo contemplar gran diversidad de flores, formas, colores, etc.


Praia de O Vilar. A continuación de Corrubedo, se sitúa esta hermosa playa, con parajes naturales (es de hecho parque natural) que se pueden recorrer a traves de diversas pasarelas de madera.
Para acceder a ella hay que atravesar un amplio pinar, donde Aroa disfrutó de lo lindo recogiendo piñas caídas, recolectando los piñones de su interior y, como no, comiéndoselos después. Es apasionante ver su carita impresionada, al darse cuenta de dónde vienen realmente esos piñones que le da mami algunas veces a la merienda.


Praia Os Castros. Esta playa lleva su nombre debido al Castro de Baroña situado en su margen derecha. Como la anterior, es una playa tranquila y no golpeada por la mano del hombre moderno.
Aquí estuvimos relajándonos un buen rato con el sonido del mar, deleitándonos a cada abrazo de las olas y sintiendo la caricia fresca y húmeda del mar al entrar en contacto con las rocas.


Castro de Baroña. Está situado en una especie de península que se adentra en el mar, en el extremo derecho de la playa anterior. A él se puede acceder a través de la playa. Aunque nosotros escogimos la ruta más corta y fácil: un sendero que lleva directamente a él.
Aroa no dejaba de asombrarse con la cantidad de piedras que allí había. A cada sitio que visitábamos, pedía llevarse una piedrecita, y esta vez no fue menos. Aunque ahora no podía ser, a ver quién es el guapo que se lleva en el bolsillo semejantes moles!
Durante un buen rato, uno de estos singulares círculos, se convirtió en alojamiento de mi renacuaja, adoptándolo como su casita de piedra, recorriéndolo palmo a palmo, saltando de un lado a otro, recogiendo las hierbecillas que crecen en su interior, aprendiendo cómo cada una de las piedras que conforman el castro reposan sobre otras y sirven, a su vez, de sostén a las que están por encima.


Riveira. Nos adentramos ahora en una zona más turística y, por tanto, con playas más dedicadas al esparcimiento y ocio de los visitantes. Prefiero las anteriores, pero ésta no deja de ser bonita y acogedora.


Ría de Arousa (Vista desde O Mirador da Curota). Nos adentramos ahora en la Ría de Arousa y, en el ayuntamiento de A Pobra do Caramiñal, no podemos dejar de visitar el Monte da Curota. Preparaos para coger el coche (valiente el que se atreva a ir a pie) y subir por tortuosas curvas, subir hasta casi llegar a tocar el cielo.
Antes de llegar a la cima, podemos detenernos en un mirador más modesto, pero no menos impresionante, abriendo boca con las espectaculares vistas de la Ría (primera foto).
Y una vez arriba, evadirse y regocijarse con la vista que se abre a nuestros ojos (segunda foto).


Monte da Curota. Pero no sólo podemos disfrutar de las vistas. También podemos refrescarnos en una preciosa fuente, estampa de numerosas fotos de los viajeros. Y caminar entre manadas de caballos, que pastan tranquilos, ajenos al bullicio, a las prisas y a los problemas absurdos de los humanos.


Mirador da Curota. Y finalmente, después de tanto viaje, nos sentaremos a descansar y disfrutar de las vistas antes de emprender el regreso a casa.

Esperamos que hayáis disfrutado del viaje.