“(…) no devenimos madres necesariamente cuando parimos al niño, sino en el transcurso de algún instante de desesperación, locura y soledad en medio de la noche con nuestro hijo en brazos. Cuando la lógica y la razón no nos sirven, cuando nos sentimos transportadas a un tiempo sin tiempo, cuando el cansancio es infinito y sólo nos resta entregarnos a ese niño que expresa nuestro yo profundo y no logramos acallar, entonces nuestra madre interior ha nacido.”

Laura Gutman

jueves, 6 de mayo de 2010

El Poder De Lo Que Nos Dicen Los Demás

(Imagen: procedente de zaragozaciudad.net/zemmz/upload/2008062521511...)

(...) Nacen nuestros hijos y resulta más poderoso un mandato obsoleto grabado a fuego en nuestro corazón herido que el llanto cristalino de un recién nacido. Atendemos más las frases vacías cargadas de prejuicios antiguos nombrados por un miembro familiar, que la contundente certeza de que nuestros hijos nos reclaman. (...)
Laura Gutman
http://www.lauragutman.com.ar/newsletter/laura_gutman_may10.html

Leyendo a Laura Gutman (como siempre genial y diciendo realidades que a veces no vemos o no queremos ver), me he parado a pensar en la cantidad de sentimientos de rabia, furia, confusión, desesperación, frustración, ... con los que he convivido y sigo conviviendo, por los comentarios (la mayoría de las veces gratuítos) de los demás.

Las enseñanzas que me inculcaron desde pequeña (ni buenas ni malas, símplemente creencias, lo que se ha ido transmitiendo o queriendo que se transmitiese), las conductas que he vivido a mi alrededor, la publicidad, los artículos que han ido cayendo en mis manos, etc, conformaron en mí una visión de la crianza errónea. Claro que por entonces, antes de tener a mi niña, yo todavía no lo sabía.

Me fui formando como persona, con la creencia de que a un niño hay que dejarle llorar, que eso no es malo, al contrario, hace que no se malcríen y ensanchan sus pulmones (tremenda estupidez). También pensaba que lo mejor para un bebé era no cogerle demasiado en brazos, pues se acostumbrarían a ello y después a ver quien era el guapo o guapa que me lo sacaba de encima. Y así, otras muchas cosas más.

Ilusa de mí. No entendí, hasta que Aroa llegó a mis brazos, que muchas de las cosas que había ido oyendo según me iba haciendo mayor, no eran más que absurdas ideas, entretejidas por personas con afán de sacar provecho (vendiendo libros, cunas, sillitas de paseo, artilugios varios para hacer que un niño duerma, etc) a algo tan maravilloso como es la maternidad.

Pero, aún así, continué teniendo sentimientos encontrados.

Los primeros meses con la lactancia materna, fueron para mí todo un sufrimiento. Aroa mamaba todo el santo día (y toda la santa noche) y, si no lo hacía, lloraba desconsoladamente. Escuchaba constantemente frases del tipo "No la tengas más de 10 minutos en cada teta", "Tiene que aguantar unas 3 horas entre cada toma", "Seguro que tu leche no le llega. Dále una ayudita", ... En mi interior, sabía que esto no era lo correcto, pues mi hija me lo decía con sus lloros, con su mirada, con su querer buscarme para que estuviera más a su lado. Y, sin embargo, parecía que estos comentarios pesaban más en mi interior. Me debatía entre una idea u otra, y me dolía el pensar que yo no estuviera actuando correctamente como me decían los demás. Me estaban doliendo más los comentarios ajenos que los llantos de mi hija. ¿Porqué?

Pues símplemente porque no era LIBRE. Como dice Laura en su artículo, permanecía cobijada por los mandatos ajenos y me resistía a decidir por mí misma, a abandonarme únicamente a mis sentimientos y los de mi hija.

Hasta que un día, leyendo experiencias similares a las mías (y diré dónde, por supuesto, porque casi todo se lo debo a ellas: el foro Dormir Sin LLorar), me dí cuenta de que yo no era un bicho raro, que lo que a mí me pasaba era lo más normal del mundo, y que lo que sucedía es que escuchaba más los comentarios de los demás que los de mi propia hija. Entonces soplé alibiada, al pensar que no esta sóla. Así que decidí LIBERARME de las ataduras que me impedían ser yo misma, y me decidí a escuchar a mi pequeña. Bendito día!

Por supuesto que los comentarios continúan. Por supuesto que me siguen afectando, aunque no como antes. Por supuesto que a veces duelen, porque duele que, los que más quieres, en ocasiones no entiendan tu forma de actuar, de pensar, de amar, de criar. Pero ahora, es más importante la vida que yo he creado junto a la persona que amo. Ahora mi prioridad es su bienestar, y sé que ambas somos felices de esta manera. Ambas aprendemos la una de la otra cada día. Ella me enseña más de lo que cualquier consejo pueda decirme. Y, si queréis que os cuente un secreto, el mejor momento para escucharla es mientras está mamando: allí acurrucadita, pegadita a mí, sintiendo ambas nuestros corazones palpitar al unísono, su mirada que me derrite. Siento que ella es completamente feliz y que le estoy dando lo que precisa, y eso ahora es lo más importante para mí.

He aprendido que los bebés son muy sabios. No saben hablar, no saben expresarse. Y, sin embargo, la falta de palabras alberga otros signos más poderosos en los que fijarse: sus gestos, sus sonidos, sus miradas, sus sonrisas o llantos. Cada movimiento de un bebé es un mensaje nuevo. Sólo hace falta detenerse un poquito a observar y a escuchar. Y, cuando lo haces, te das cuenta de la cantidad de cosas que nos pueden llegar a contar. Y entonces sabes cuáles son sus necesidades. Y todo fluye mejor.

Con mi experiencia, definitivamente puedo dar un consejo: no ciagáis en las ataduras de los comentarios. Sed LIBRES.

1 comentario:

  1. Es dificil "liberarse" pero cuando lo consigues es como un soplo de aire fresco y un impulso de energía renovada.

    Aunque para serte sincera, yo no lo he logrado del todo todavía y a veces creo que en este camino de la maternidad, "liberarme" me va a llevar toda una vida.

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