
Nací sin que nadie me avisase.
Crecí fuerte y robusto,
con aspecto espinoso, desafiante.
Me convertí en un ser fuerte.
Odiado por muchos,
comprendido por pocos.
Pero una mañana de primavera,
de mis ramas brotaste tú, alecrín.
Dorado como el sol,
brillante, bello, dulce, suave.
Y cambiaste mi apariencia.
Sigo siendo el mismo,
mis espinas siguen ahí,
pero los demás me ven de otro modo,
como soy en realidad:
la dulzura con cuerpo robusto.
Dispuesto a enfrentarme a todo,
a crecer en los terrenos más áridos,
a defender mi derecho a existir.
Pero dispuesto también a mostrar mi otra cara,
mi tesón, mi lucha, mi paciencia.
Mi hermosura, mi calidez dorada
cuando mis flores resplandecen.
Porque la Madre Tierra así lo ha querido,
me ha escogido por mi valor,
pero también por mi capacidad para ayudarte.
Mira el conjunto, no sólo la apariencia.
No tengas miedo a abrazarme,
no soy tu enemigo,
sólo un aliado,
si sabes cómo mirarme.
Dedicado a alguien muy especial.
Que bonito, Ana, y que morriña entra siempre al ver la flor del tojo, aún sin salir de Galicia :)
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