Por fin hemos recibido los regalitos del AI de La Pantigana, por parte de Naros y su mamá Pili. Y ha sido justamente el día de Nochebuena.
Y menos mal, porque dentro había un gracioso Tió de Nadal, al que había que dar de comer para que cagase regalitos en Navidad. Y hemos llegado a tiempo! Aroa le ha dado muchas cosas ricas.
Además, había también 4 bolsitas con cada una de las letras del nombre de Aroa. Y en cada una de ellas, un amigurimi. Son preciosos!
Los amigurimis los ha hecho la hermana mayor de Naros. Le han quedado preciosos.
Y ya por último, un detallito para mami:
Precioso, verdad?
Muchísimas gracias! Nos ha gustado todo un montón. Ha sido todo un acierto. Aroa lleva los amigurimis de un lado a otro, cada uno en su bolsita. Está contentísima.
“(…) no devenimos madres necesariamente cuando parimos al niño, sino en el transcurso de algún instante de desesperación, locura y soledad en medio de la noche con nuestro hijo en brazos. Cuando la lógica y la razón no nos sirven, cuando nos sentimos transportadas a un tiempo sin tiempo, cuando el cansancio es infinito y sólo nos resta entregarnos a ese niño que expresa nuestro yo profundo y no logramos acallar, entonces nuestra madre interior ha nacido.”
miércoles, 26 de diciembre de 2012
viernes, 21 de diciembre de 2012
Enviado el Amigo Invisible de La Pantigana
Enviados los regalitos del Amigo Invisible realizado por La Pantigana.
Su destinataria: una niña de casi cuatro años.
Lo primero, una camiseta de fieltro muy navideña, con las aplicaciones en fieltro.
Y un bolsito de fieltro con dos bolsillos para que guarde sus cositas.
Espero que le llegue pronto y que le guste muchísimo su regalo.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Cara a cara con mis heridas
Ultimamente suelo decir que soy una persona que funciona a base de "patadas en el trasero". Y esta vez, no ha sido diferente.
Y es que, en ocasiones, es necesario tocar fondo para que una persona se dé cuenta de quién es en realidad, de lo que quiere, de a dónde quiere ir, de quién quiere que forme parte de su proceso y quién no.
Y a ese fondo es al que yo llegué hace una semana, y de ahí mi entrada anterior.
Una persona, con poco significado en mi vida, tocó una parte de mi que todavía está sin sanar, esa herida abierta que no consigo cerrar, esa sombra que lleva conmigo desde mi nacimiento. Esa herida que se llama "no sentirse aceptada".
Esa persona se ensañó conmigo, tal vez porque nuestra visión de las cosas es totalmente opuesta. Y reabrió mi herida.
Y entonces, el sentirme atacada, el no saberme aceptada por ella, la impotencia de no poder hacerle entender que mis actos no eran nada personal contra ella, la imposibilidad de convencerla de que no soy tan mala como ella me quiso ver, todo eso me hundió.
Y sólo quise desaparecer, esconderme bajo tierra. Y sentí que había defraudado a alguien. Y senti que me había defraudado a mi misma.
Pero después, sobrevinieron una serie de acontecimientos que cambiaron totalmente mi visión.
Empezando por mi hija.
El domingo pasado, hundida, sin ganas de nada, y menos de trasladar mis sensaciones a mi niña, le expliqué en su cama, mientras nos acostábamos, mis sentimietos. Le pedí disculpas por no haber podido estar con ella como otras veces, por haber gritado algo más de la cuenta, por ignorarla demasiado. Le expliqué que desearía meter la cabeza bajo tierra como el avestruz Mari Luz del cuento que había leído hacía unos días. Y entonces ella me dice que, al igual que en el cuento, donde unos animalitos tiran de la cola del avestruz porque a ésta le había quedado la cabeza atascada en su agujero, papá y ella tirarán de mi cola para que pueda salir de mi agujero. Qué sabios son los niños, y cuánto esfuerzo hacen a veces por sanar nuestras heridas!
El lunes, una charla muy especial con una amiga muy especial. A la noche, un concierto en Santiago de Compostela donde vi muchas cosas, entre otras cosas, una escalera que lleva hacia una luna inmensa. Y una voz en mi oído diciéndome: "the Moon and you". Unas copas en un bar llamado Momo, como ese libro que me marcó cuando tan sólo tenía 12 años, que supondría en mí un antes y un después en mi forma de ver el mundo....
Señales, muchas señales. Situaciones que para nada han sido casualidades.
Y de ese lunes, de todas y cada una de las cosas que viví ese día, saqué las siguientes conclusiones:
- que no puedo centrarme siempre en lo que los demás opinen o piensen de mi. Cada uno es libre de pensamiento, al igual que yo lo soy, y no puedo agradar a todo el mundo.
- que no me sirve de nada gastar mi energía en alguien con quien no comparto absolutamente nada.
- que cada uno tiene su proceso, y a mí sólo me corresponde ocuparme del mío. El que tengan que seguir los demás les corresponde a ellos y no puedo decidir yo cómo, cuándo y de qué manera han de hacerlo.
- que el tocar fondo, me ha hecho entablar una lucha conmigo misma, me ha hecho desprenderme de algunas de mis corazas y verme de frente.
- que esta situación traumática anímicamente, ha venido a darme esa "patada en el trasero" para que me diese cuenta de que tal vez estaba gastando demasiada energía en un proyecto y dejando de lado aspectos de mi vida a los que debo más atención (entre ellos, mi propia hija)
- que tengo que releer Momo, de Michael Ende.
- y sobre todo, que tengo que seguir trabajando en mi herida, que hoy, por suerte, tengo un poquito más cerrada.
Y todo este proceso, ha tenido su colofón ayer domingo. Reunión con mujeres maravillosas, sabias, conscientes, con una capacidad de escucha admirable. Un momento de terapia en toda regla.
Gracias a todas ellas por permitirme formar parte de un trocito de sus vidas.
Gracias también a todas aquellas personas, incluídas las que habéis comentado en este blog, que durante estos días me habéis ofrecido vuestras palabras sinceras, por los mensajes de ánimo, por el saber escuchar, por los abrazos, por los silencios compartidos, ...
Hoy, sin duda, tengo ansias de volver a volar.
Os dejo un fragmento de Momo, que siempre ha tenido un significado especial. Hoy, su significado cobra una dimensión especial en mí:
Y es que, en ocasiones, es necesario tocar fondo para que una persona se dé cuenta de quién es en realidad, de lo que quiere, de a dónde quiere ir, de quién quiere que forme parte de su proceso y quién no.
Y a ese fondo es al que yo llegué hace una semana, y de ahí mi entrada anterior.
Una persona, con poco significado en mi vida, tocó una parte de mi que todavía está sin sanar, esa herida abierta que no consigo cerrar, esa sombra que lleva conmigo desde mi nacimiento. Esa herida que se llama "no sentirse aceptada".
Esa persona se ensañó conmigo, tal vez porque nuestra visión de las cosas es totalmente opuesta. Y reabrió mi herida.
Y entonces, el sentirme atacada, el no saberme aceptada por ella, la impotencia de no poder hacerle entender que mis actos no eran nada personal contra ella, la imposibilidad de convencerla de que no soy tan mala como ella me quiso ver, todo eso me hundió.
Y sólo quise desaparecer, esconderme bajo tierra. Y sentí que había defraudado a alguien. Y senti que me había defraudado a mi misma.
Pero después, sobrevinieron una serie de acontecimientos que cambiaron totalmente mi visión.
Empezando por mi hija.
El domingo pasado, hundida, sin ganas de nada, y menos de trasladar mis sensaciones a mi niña, le expliqué en su cama, mientras nos acostábamos, mis sentimietos. Le pedí disculpas por no haber podido estar con ella como otras veces, por haber gritado algo más de la cuenta, por ignorarla demasiado. Le expliqué que desearía meter la cabeza bajo tierra como el avestruz Mari Luz del cuento que había leído hacía unos días. Y entonces ella me dice que, al igual que en el cuento, donde unos animalitos tiran de la cola del avestruz porque a ésta le había quedado la cabeza atascada en su agujero, papá y ella tirarán de mi cola para que pueda salir de mi agujero. Qué sabios son los niños, y cuánto esfuerzo hacen a veces por sanar nuestras heridas!
El lunes, una charla muy especial con una amiga muy especial. A la noche, un concierto en Santiago de Compostela donde vi muchas cosas, entre otras cosas, una escalera que lleva hacia una luna inmensa. Y una voz en mi oído diciéndome: "the Moon and you". Unas copas en un bar llamado Momo, como ese libro que me marcó cuando tan sólo tenía 12 años, que supondría en mí un antes y un después en mi forma de ver el mundo....
Señales, muchas señales. Situaciones que para nada han sido casualidades.
Y de ese lunes, de todas y cada una de las cosas que viví ese día, saqué las siguientes conclusiones:
- que no puedo centrarme siempre en lo que los demás opinen o piensen de mi. Cada uno es libre de pensamiento, al igual que yo lo soy, y no puedo agradar a todo el mundo.
- que no me sirve de nada gastar mi energía en alguien con quien no comparto absolutamente nada.
- que cada uno tiene su proceso, y a mí sólo me corresponde ocuparme del mío. El que tengan que seguir los demás les corresponde a ellos y no puedo decidir yo cómo, cuándo y de qué manera han de hacerlo.
- que el tocar fondo, me ha hecho entablar una lucha conmigo misma, me ha hecho desprenderme de algunas de mis corazas y verme de frente.
- que esta situación traumática anímicamente, ha venido a darme esa "patada en el trasero" para que me diese cuenta de que tal vez estaba gastando demasiada energía en un proyecto y dejando de lado aspectos de mi vida a los que debo más atención (entre ellos, mi propia hija)
- que tengo que releer Momo, de Michael Ende.
- y sobre todo, que tengo que seguir trabajando en mi herida, que hoy, por suerte, tengo un poquito más cerrada.
Y todo este proceso, ha tenido su colofón ayer domingo. Reunión con mujeres maravillosas, sabias, conscientes, con una capacidad de escucha admirable. Un momento de terapia en toda regla.
Gracias a todas ellas por permitirme formar parte de un trocito de sus vidas.
Gracias también a todas aquellas personas, incluídas las que habéis comentado en este blog, que durante estos días me habéis ofrecido vuestras palabras sinceras, por los mensajes de ánimo, por el saber escuchar, por los abrazos, por los silencios compartidos, ...
Hoy, sin duda, tengo ansias de volver a volar.
Os dejo un fragmento de Momo, que siempre ha tenido un significado especial. Hoy, su significado cobra una dimensión especial en mí:
—Ves, Momo —le decía, por ejemplo—, las cosas son así: a
veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan
terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.
Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
—Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa.
Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace
más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener
miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando
por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
—Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez,
¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la
inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada
más que en el siguiente.
Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir:
—Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces
se hace bien la tarea. Y así ha de ser.
Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
—De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha
barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y
no se está sin aliento.
Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:
—Eso es importante.
domingo, 9 de diciembre de 2012
Primer gran fracaso de vuelo
Llevaba un tiempo practicando mi vuelo particular, descubriendo cosas nuevas, reafirmándome en mis convicciones, en mi forma de actuar. Por fin comenzaba a desplegar mis propias alas, siendo consciente de todas y cada una de las cosas que iban sucediendo a mi alrededor.
Pero un día llega el momento del gran salto. El momento de decir lo que una piensa porque es así como cree que debe ser.
Sin embargo, no siempre los primeros saltos al vacío son fáciles. Muy al contrario. En muchas ocasiones se tornan en una caída en espiral, una caída tan abrumadora que ni siquiera se es capaz de encontrar la forma de utilizar las recién estrenadas alas de forma correcta.
Y entonces llega el gran batacazo.
En ese momento, lo ideal seria levantarse, con más fuerza que antes, con la esperanza de que el siguiente vuelo será más fructífero.
Pero no está siendo ese mi caso. Las inseguridades han vuelto a aparecer y las ganas de volar se han desvanecido.
Me pregunto de qué vale volar cuando estás metido en una jaula que no te lleva a ningún sitio.
Por ahora me toca esperar, ver, recapacitar, aprender del error. Y tal vez, más adelate, poder volver a probar, porque siento que no estaba preparada para el gran salto. O quizás es que otras aves más poderosas surcan mi cielo impidiéndome disfrutar de mi espacio.
Y la vez de todo esto, siento rabia, frustración. Porque el abandonar mi vuelo ha hecho que deje de lado también proyectos en los que tenía puestas todas mis ilusiones.
Pero tal vez sea el momento de dedicar mis esfuerzos a lo que tengo más cerca de mí. Tal vez el universo me está pidiendo que vuele, pero en otra dirección y que gaste mis energías en aquellos que de verdad me necesitan.
Por el momento, siento que necesito hibernar, meditar, recapacitar. Espero que mi letargo emocional no dure demasiado.
Pero un día llega el momento del gran salto. El momento de decir lo que una piensa porque es así como cree que debe ser.
Sin embargo, no siempre los primeros saltos al vacío son fáciles. Muy al contrario. En muchas ocasiones se tornan en una caída en espiral, una caída tan abrumadora que ni siquiera se es capaz de encontrar la forma de utilizar las recién estrenadas alas de forma correcta.
Y entonces llega el gran batacazo.
En ese momento, lo ideal seria levantarse, con más fuerza que antes, con la esperanza de que el siguiente vuelo será más fructífero.
Pero no está siendo ese mi caso. Las inseguridades han vuelto a aparecer y las ganas de volar se han desvanecido.
Me pregunto de qué vale volar cuando estás metido en una jaula que no te lleva a ningún sitio.
Por ahora me toca esperar, ver, recapacitar, aprender del error. Y tal vez, más adelate, poder volver a probar, porque siento que no estaba preparada para el gran salto. O quizás es que otras aves más poderosas surcan mi cielo impidiéndome disfrutar de mi espacio.
Y la vez de todo esto, siento rabia, frustración. Porque el abandonar mi vuelo ha hecho que deje de lado también proyectos en los que tenía puestas todas mis ilusiones.
Pero tal vez sea el momento de dedicar mis esfuerzos a lo que tengo más cerca de mí. Tal vez el universo me está pidiendo que vuele, pero en otra dirección y que gaste mis energías en aquellos que de verdad me necesitan.
Por el momento, siento que necesito hibernar, meditar, recapacitar. Espero que mi letargo emocional no dure demasiado.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Creando e improvisando.
Cuántas cosas se pueden hacer con los Playmais! Y cuántos minutos de diversión, improvisación e imaginación.
Hoy os dejamos con un castillo, on su fuerte alrededor, su torre que se abre ...
Para entrar al castillo, como no, un puente de piedra sobre un río:
A las afueras del castillo, un precioso jardín con un manzano. Y al lado una enorme piscina, que no es muy "medieval", pero que la diseñadora lo veía imprescindible para que sus muñequitos pasasen un día genial.
Una vista de todo el conjunto:
Y la diseñadora, orgullosa del resultado final y encantada con la ayuda que mami le prestó para lograrlo.
Y si hablamos de improvisar, en esta ocasión, Aroa me pidió escribir su nombre con chinchetas.
Cogimos una lámina de corcho blanco grueso. Aroa escribió su nombre sobre un papel. Y, a continuación, poniendo este papel sobre el corcho, ha ido clavando las chinchetas donde ella ha considerado, y de los colores que ella ha decidido.
Un árbol, un sol y un lago:
Hoy os dejamos con un castillo, on su fuerte alrededor, su torre que se abre ...
Para entrar al castillo, como no, un puente de piedra sobre un río:
A las afueras del castillo, un precioso jardín con un manzano. Y al lado una enorme piscina, que no es muy "medieval", pero que la diseñadora lo veía imprescindible para que sus muñequitos pasasen un día genial.
Una vista de todo el conjunto:
Y la diseñadora, orgullosa del resultado final y encantada con la ayuda que mami le prestó para lograrlo.
Y si hablamos de improvisar, en esta ocasión, Aroa me pidió escribir su nombre con chinchetas.
Cogimos una lámina de corcho blanco grueso. Aroa escribió su nombre sobre un papel. Y, a continuación, poniendo este papel sobre el corcho, ha ido clavando las chinchetas donde ella ha considerado, y de los colores que ella ha decidido.
Aquí otras imágenes de otro dibujo que ella misma ha diseñado:
Un árbol, un sol y un lago:
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